El 27 de Diciembre emprendimos la aventura en un barco a vapor dispuesto a surcar el océano. Nada más llegar, nos dividieron en 4 grupos: pasajeros, marineros, cocineros y carboneros. Poco después conocimos al Capitán del barco, al que creíamos una buena persona. A medida que avanzábamos en la ruta, el Capitán se volvía cada vez menos tolerante con las clases bajas (carboneros y cocineros), sin embargo adulaba a las clases altas (pasajeros y marineros); pero poco tardó en tratarlos mal también a ellos.
Los tripulantes se pusieron de acuerdo y decidieron hacer un motín para expulsar al Capitán de su propio barco. La noche del 29 cogimos nuestras armas de papel y agua y logramos ahuyentar a los secuaces del Capitán y condenar a éste último a vagar por el mar con la balsa de unos pobres náufragos que recogimos esa misma noche.
Justo cuando la fiesta por lograr expulsar al Capitán estaba en su apogeo, el barco encalló con un barco fantasma donde había piratas-zombies en la búsqueda de información sobre los próximos barcos que pasarían por esa ruta para planear una emboscada. Nos salvamos por los pelos de ser torturados y maltratados por esos seres entre la vida y la muerte y conseguimos volver a nuestro camino hacia los Estados Unidos.
El día 30 llegamos a tierra firme y un autocar vino a recogernos para devolvernos a la vida real.
Los náufragos que habíamos acogido la noche del motín nos ayudaron a encontrar un valioso tesoro en el que encontramos el siguiente poema:
Los tripulantes se pusieron de acuerdo y decidieron hacer un motín para expulsar al Capitán de su propio barco. La noche del 29 cogimos nuestras armas de papel y agua y logramos ahuyentar a los secuaces del Capitán y condenar a éste último a vagar por el mar con la balsa de unos pobres náufragos que recogimos esa misma noche.
Justo cuando la fiesta por lograr expulsar al Capitán estaba en su apogeo, el barco encalló con un barco fantasma donde había piratas-zombies en la búsqueda de información sobre los próximos barcos que pasarían por esa ruta para planear una emboscada. Nos salvamos por los pelos de ser torturados y maltratados por esos seres entre la vida y la muerte y conseguimos volver a nuestro camino hacia los Estados Unidos.
El día 30 llegamos a tierra firme y un autocar vino a recogernos para devolvernos a la vida real.
Los náufragos que habíamos acogido la noche del motín nos ayudaron a encontrar un valioso tesoro en el que encontramos el siguiente poema:
Nadie nos dijo que fuéramos. Nadie nos dijo que lo intentáramos. Nadie nos dijo que sería fácil. Alguien dijo que somos nuestros sueños, que si no soñamos, estamos muertos. Nuestros pasos siguen el instinto que nos lleva a lo desconocido. No miramos los obstáculos que hemos superado, sino aquellos que vamos a superar. No se trata de ser los más rápidos, los más fuertes o los más grandes... Se trata de ser nosotros mismos. No somos ni corredores ni alpinistas ni esquiadores, ni siquiera deportistas... Somos personas. No estamos seguros de conseguirlo, pero estamos convencidos de conquistar la felicidad.
¿Qué buscamos? Quizás vivir.
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